A principios de la década, el que quería salir del país debía hacerlo con una exportadora. Hoy, cada vez son más los productores que exportan directamente y mejoran así sus ingresos...
Detrás de este cambio está el dólar, el mismo que durante la década se mantuvo siempre rondando el piso sicológico de los $500. De hecho, la divisa acumuló una caída de 4% en términos nominales, es decir, sin tomar en cuenta la inflación, respecto del peso durante la última década.
Con ingresos en la moneda norteamericana y costos en pesos, la rentabilidad de los proyectos tendió a estrecharse. Para sobrevivir y prosperar, el agro tuvo que reinventarse.
A principios de la década el modelo agrícola descansaba en mano de obra barata y una estructura de venta simple, en que se delega todo en procesadoras, exportadores e importadoras.
A fines de la década ha virado en 180 grados. Los fruticultores aprendieron a exportar directamente y así saltarse la comisión de las exportadoras. Estas últimas empresas comenzaron a vender a los supermercados, bypaseando a los importadores.
Suma y sigue en el resto del agro. Las viñas instalaron oficinas de ventas en los mercados de destino y buscaron producir vinos de más calidad y, por ende más caros. Los agricultores sureños le abrieron las puertas a la fruticultura como forma de volver más rentables sus predios.
El leit motiv del agro en estos últimos diez años fue la eficiencia.
Fuente: Revista del Campo
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